Confianza y dependencia del Señor en medio de la oscuridad | Ignacio Simal

Aunque camine en la oscuridad, y sin un rayo de luz, que confíe en el nombre del Señor y dependa de su Dios” (Isaías 50: 10b NVI)

Ayer, antes de iniciar el encuentro online de estudio bíblico con algunos hermanas y hermanas de la iglesia de la que formó parte, estuve leyendo en el profeta Isaías (cap. 50), y Dios me sorprendió con un texto que desde ayer anda merodeando en mi alma. Es el texto que abre esta meditación: “_aunque camine en la oscuridad, y sin un rayo de luz, que confíe en el nombre del Señor y dependa de su Dios_” (Isaías 50: 10b NVI).

Y esta mañana, temprano, el texto en cuestión me llevó a dos momentos de la vida de Jesús, nuestro Salvador: al Getsemaní y a su crucifixión. Fueron dos momentos en que entiendo que nuestro Señor estaba rodeado de oscuridad y sin un rayo de luz. Sin embargo, en ambos momentos mostró su confianza y dependencia de su Padre, como se pone de manifiesto en su oración en el Getsemaní y, también, en sus palabras y silencios en el Gólgota.

Sus pasos, en esos trances, nos muestran el camino que debemos transitar, y el talante de espíritu que debemos mostrar en circunstancias en los que nos vemos envueltos en oscuridad, y sin ni siquiera un rayo de luz, aunque sea pequeñito, ilumine nuestro rostro. Es en momentos como esos que lo que toca es poner de manifiesto nuestra confianza en el Señor, así como nuestra dependencia de su bendita persona. Depender y confiar cuando nos vemos rodeados de luz, es fácil; como fácil es, también, –debemos reconocerlo–, olvidarnos de Dios cuando todo nos sale a pedir de boca teniendo el viento a nuestro favor.

Hoy, en el año la COVID-19, más que nunca, debemos disolver nuestros miedos y angustias en la confianza de que el Señor camina a nuestro lado, y que todo, absolutamente todo, nos hará crecer en sabiduría. Sabiduría que no es otra cosa que saber entenderse con la vida, especialmente, cuando tenemos el viento en contra.

Dios no nos ha dejado huérfanos; su Espíritu nos habita, y estamos en él, y él en nosotros. Así que refugiémonos en la paz de Dios (Jn. 14:27), y no nos angustiemos, ni nos acobardemos en medio del tiempo que nos ha tocado vivir, y a través de la crisis sistémica que le acompaña. En todo lo que está sucediendo, en medio de la oscuridad, sin ni siquiera un rayo de luz que ilumine nuestro camino, “somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Ro. 8:37), ¡todo lo podemos en Cristo que nos fortalece! (Fil. 4:13). 

Soli Deo Gloria
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Ignacio Simal, pastor de la Església Protestant Betel+Sant Pau, Barcelona

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