“Confinamiento y resurrección”, Mariano Arellano

El capítulo 20 de Juan nos muestra a Jesús resucitado en medio de unos discípulos confinados por culpa de una pandemia con gran poder de contagio: el miedo. La escena que nos muestra el Evangelio nos ayuda a visualizar la vida a la que Jesús nos desafía, la vida de la resurrección, la que estamos llamados a compartir con todos. Vivir la resurrección es buscar la paz y encontrarla en Jesús que nos la ofrece sin ningún reproche por su parte. La paz que nos da quien ha vencido la muerte, presente en esta tierra en tantos rostros y situaciones. Jesús vence haciendo suyo aquello que es sólo nuestro y con esa autoridad moral nos dice: “Paz a vosotros”.

Y su paz dibuja una sonrisa en nuestro interior como la de aquellos que “se regocijaron viendo al Señor”. Ha de ser desde esta posición de paz y alegría que llevemos a cabo nuestro llamado, es así como nos envía el Maestro. Nuestra misión nunca podrá sustentarse en el miedo que a veces ha paralizado al cristianismo o que en alguna ocasión hemos tratado de infundir en los demás. Como decía Nehemías, “el gozo del Señor es nuestra fuerza”

La resurrección es mucho más que una fecha litúrgica o un párrafo del credo. Ha de ser para los creyentes una experiencia tan real como lo fue la presencia de Jesús entre aquellos discípulos. La resurrección nos llama a salir de los varios confinamientos a los que con frecuencia somos sometidos. Es una llamada a abrir las puertas para crear espacios de aceptación fraterna y perdón; el lugar en el que la comunidad posibilita el encuentro de cada Tomás con Jesús, para que quizás sea él esta vez quien toque nuestras heridas y afirme nuestro llamado.

Decía el poeta y mártir Luis Espinal:
Esto es sólo un paréntesis.
No podemos encerrarnos en nosotros
mismos, Señor,
para entregarnos a Ti.
Apenas cerramos los ojos,
hallamos solamente el desierto
de nuestro “yo”
la náusea de nuestra nada
Señor, con los ojos abiertos
te quisiéramos hallar en los demás,
porque nos sonríes desde todo rostro
humano.
Te quisiéramos seguir a pleno sol,
con la naturalidad de tu Evangelio.

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Meditación escrita por el Pastor Mariano Arellano, Mérida y Miajadas, Badajoz.

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