"Hasta que Él venga" | Ignacio Simal

La Segunda Venida Cristo, creencia central de la primitiva iglesia. Una video reflexión del pastor Ignacio Simal, Església Protestant Betel+Sant Pau


“Hasta que él venga”

Debemos recuperar la tradición apocalíptica del Nuevo Testamento, nos viene a decir el teólogo estadounidense David Tracy. Y el mismo teólogo constatará que toda la Biblia cristiana termina con ese quejumbroso grito: <<Ven, Señor Jesús>>”. Siendo así, como todos sabemos, debemos recuperar el lugar central que se le dio a la Segunda Venida de Jesús entre los primeros cristianos y cristianas.





Cada vez que celebramos la “cena del Señor”, siguiendo a Pablo, acabamos confesando que cada vez que comemos del pan y bebemos de la copa, proclamamos “la muerte del Señor hasta que él venga” (1 Cor. 11:26). Es decir que, cada domingo, cuando partimos el pan, recordamos que ¡Él viene! De tal manera que, como afirma Tracy, no debemos perder “el sentido existencial de que la Segunda Venida, como nuestra propia muerte, podría suceder en cualquier momento”.

En medio de una pandemia global como la que estamos sufriendo, donde la realidad de la muerte no ha podido ser ocultada, –tal y como acostumbramos–, y nuestra incapacidad para hacerla frente es evidente, es importante sentar un doble fundamento para construir nuestra existencia como individuos y como Iglesia. En primer lugar, Cristo nos ha liberado del temor a la muerte. Es decir, sabemos, mediante la fe, que la muerte nos introduce en la experiencia de Dios como Padre que nos abraza y acoge al otro lado de esta vida, por lo que no hay nada que temer.

En segundo lugar, observamos a nuestro alrededor inseguridad, desazón y angustia. Y cuando nos preguntamos por el futuro de nuestra sociedad, no soy especialmente optimista. Y no lo soy a pesar del constatable progreso que hemos hecho a muchos niveles (derechos humanos, derechos sociables, democracia, etcétera). La razón es obvia, solo hay que observar tanto al fracaso de los grandes relatos ideológicos, como el resultado del neoliberalismo que nos rige; así como el papel que, desgraciadamente, han jugado las religiones a lo largo de la historia, ya que, a pesar de honrosas excepciones, le han hecho el juego al poder.

Solo soy optimista en el Cristo de Dios, no en la voluntad del ser humano. Por ello miro a aquel que dijo, “he aquí, vengo pronto” Y en esa esperanza confío, sustentada en la promesa de aquel que cumple lo que dice, siempre y en todo lugar. Solo él es el que nos traerá el mundo nuevo, los nuevos cielos y la nueva tierra, no nuestro esfuerzo. El mundo nuevo no viene a nosotros por las obras, sino por la sola fe, y mediante la sola gracia de Dios.

Por lo tanto, no tenemos miedo a la muerte, y esperamos confiadamente que Dios responda a nuestra oración que surge desde lo más profundo de nuestro corazón, “venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” (Mt. 6:10).

Finalizo con el grito orante de todo el pueblo de Dios, de todas las épocas, de todas las eras, ¡Maranatha!, ¡El Señor viene! (1 Cor. 16:22) Espero, esperamos la “corona de justicia” que Dios dará a todos aquellos que “aman su venida” (2 Tim. 4:8). Nuestra esperanza tanto en muerte como en vida descansa en Cristo, nuestro Señor. No hay nada que temer. ¡Aleluya!

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